Tuesday, May 15, 2007

Mi cómplice de infancia

Este es mi primo Raudel. En unos pocos días cumple 36 años -si la memoria no me falla, es el 10 de junio su cumpleaños. Quizás él nunca se entere de que su foto está puesta en Internet, y con casi absoluta certeza, aunque lo sepa, nunca la verá. Es que Raudel vive en Cuba. Y no sólo en Cuba, sino en un pueblito de campo, donde el Internet parece una cosa de ciencia ficción. Ni siquiera estoy segura de que él sepa que existe algo llamado Internet ni para qué se usa. Durante nuestra infancia fuimos grandes amigos. Yo tuve una infancia muy feliz. Eso tengo que decirlo. Y él fue parte de mi infancia. Yo vivía en la ciudad, y él, en el campo, muy cerca de casa de mis abuelos. Mis vacaciones de verano siempre las pasaba en casa de mis abuelos, donde pese a lo estricta que eran -es- mi tía y mi abuelo, siempre tuvimos oportunidad de hacer más de una travesura. Mientras había clases, solíamos cartearnos. Nos hacíamos confesiones de amores infantiles en clave -por si acaso las cartas caían en manos de nuestros padres-. Recuerdo, por ejemplo, una de las claves: la mata ya tiene guayabas maduras -eso quería decir que el muchachito que me gustaba por entonces había regresado al pueblo -estudiaba para Maestro, becado en otra ciudad- y que había preguntado o había mostrado algún interés por mí. Con mi primo, siendo muy muy pequeña -tendría yo entonces cuatro años, y el cuento me llega, por supuesto, de segunda mano, a través de los recuerdos de mi madre-, casi nos ahogamos en una represa. La casa de mis abuelos, en la finca, estaba en una colinita, y la represa estaba a una distancia considerable, que ahora no podría calcular -ya se sabe que las distancias para los niños tienen otras medidas-. Pero estaba lejos. De repente, un tío abuelo les dice a mi mamá y a mis tías, que estaban tranquilamente sentadas conversando, olvidadas de los niños-: miren qué pájaros más raros hay allá por la presa, uno tiene un pico rojo muy grande-. Y de repente caen en la cuenta que éramos nosotros dos, que estábamos "pescando", justo en la orilla de la presa.
No puedo decir con precisión en qué momento comenzamos a alejarnos, a convertirnos casi en extraños. Creo que fue al entrar a la Universidad, o más bien, al final del segundo año de la Universidad. Antes de eso, siempre pasábamos los veranos juntos, tanto en casa de mis abuelos, como en la casa en la playa -eso aún era posible en Cuba, para cualquiera-. Pero en las vacaciones de ese segundo año, era 1991, al gobierno se le ocurrió que el valle donde mis abuelos y tíos tenían sus tierras tenía que convertirse en una represa gigante, tan grande que abasteciera de agua a Ciudad Habana. Conclusiones: mi familia tuvo que salir de sus casas casi con el agua al cuello y mudarse a unos minúsculos apartamentos, más parecidos a gallineros que a casas, en el pueblo donde viven ahora. Desde entonces ya no pasaba las vacaciones en el campo y mi primo estaba estudiando en otra ciudad. En realidad estaba tan dolida que casi no iba a visitar a mi familia -no por ellos, sino por haber perdido el sitio de mi infancia-. Nunca más volví a visitar la presa gigante en que se convirtió aquel caserío donde vivían mis abuelos. Cuentan los que han ido que se ve, o al menos se veía hasta hace poco, la torre del ingenio azucarero por encima del agua. Yo tuve muchos sueños con ese sitio. Incluso llegué a soñar alguna vez que nos habíamos instalado debajo de las aguas para seguir viviendo en aquel pueblito pequeño.
Ahora mi primo es papá de la niña de la foto. Me parece que se llama Milena; en realidad la he visto solo una vez en mi vida, cuando era una bebé. Al lado de ellos dos está mi tía Dalia, la mamá de Raudel. Ella y mi tío, el hermano de mi mamá, se separaron hace ya algún tiempo. Pero ella sigue siendo mi tía y sigo sintiendo por ella el mismo cariño de siempre. A mi primo lo sigo queriendo profundamente, con ese amor sincero de la infancia.
En alguna otra ocasión tendré que hablar de mi prima Madeley. Ella era la tercera en aquel trío de niños traviesos que éramos nosotros hace más de 25 años.

1 comments:

baudelaire3 said...

Yamaris: yo tb. tengo primos con los que pasé una infancia notable, pero a los que no veo hace siglos (aunque no se han convertido en tan perfectos extraños). Ya te contaré más de eso, no faltará cuando.

Un besote,

C